Quienes no conozcan aún este gran museo, verán superadas todas sus expectativas, con creces; ya que va más allá de ser un edificio único que alberga una colección muy particular rodeado de un espacio ecológico protegido.

En el matorral xerófilo que creció gracias a las cenizas esparcidas del volcán Xitle hace más de mil quinientos años, Diego Rivera destinó cuatro hectáreas –dos construidas y dos de naturaleza – para ser un lugar de disfrute y belleza. El muralista, junto a su hija Ruth, la primera arquitecta mujer egresada del IPN y Juan O’Gorman, se basaron en la cosmogonía prehispánica de tres niveles, apreciable en su arquitectura: los pasos subterráneos equiparables al inframundo; el mundo terrenal reflejado en la explanada más el edificio principal y, finalmente, la vista aérea en lo alto de la construcción piramidal que conecta con los cielos y la divinidad.

A fines de 2021, siguiendo con la línea y el espíritu arquitectónico del complejo, el despacho arquitectónico de Mauricio Rocha ganó el concurso para construir el anexo destinado a talleres artísticos, un espacio de oficinas y una bodega con 58,000 piezas en la que un equipo de arqueología y restauración las estudian y conservan.

La artista, bailarina y coreógrafa Bárbara Foulkes, Coordinadora del área de Comunicación Educativa del museo, nos cuenta que la tarea de la institución va más allá de la mera exhibición de piezas de arte.

Tal y como lo deseaba su Fundador, el Anahuacalli es un museo vivo en el que semana con semana se ofrecen una serie de actividades dirigidas a toda clase de públicos.

Hace más de una década que Karla Niño de Rivera, Curadora del museo, planteó la invitación a artistas que dialogan con las piezas prehispánicas de la colección (punto y aparte, una de las más exquisitas por la finura y delicadeza de sus piezas, que Rivera adquiría consciente de que, de esa forma, evitaba su contrabando y la salida del territorio nacional). Es así que, en años pasados, artistas contemporáneos de la talla de Sarah Lucas, Ugo Rondinone, Tercerunquinto y ahora, Alma Allen, desarrollan piezas no para el museo sino con el museo. Es el caso del actual artista, quien visitó cada viernes este espacio por un año, para comulgar con este espacio y que sus piezas fueran producto de esta experiencia.

El programa público que Bárbara dirige, persigue dar continuidad a las intenciones de Diego Rivera. Los vecinos del museo entran gratis y cuentan con una serie de actividades y eventos para ellos.

Existe un coro formado por integrantes de 6 a 16 años, quienes actualmente experimentan con la casi extinta tradición de canto cardenche, muy a propósito de la infancia de Diego en Guanajuato como ciudad minera colonial. Los integrantes del coro ya comienzan a componer sus propias canciones en base a éste y otros ritmos latinoamericanos.

Hay numerosos talleres que renuevan su oferta: cerámica, danza, cartonería y fotografía entre otros. Existe un club de lectura gratuito todos los miércoles, de 17 a 19 horas, el cual sucede en un estudio dedicado a fomentar la lectura de la mano del movimiento, la acción y la sensorialidad.

También se organizan recorridos que exploran el espacio ecológico donde crecen y se desarrollan sin intervención humana alguna más que la de la protección y el resguardo, un sinnúmero de especies animales y vegetales endémicas de la zona.

Hoy por hoy, el museo Anahuacalli es una buena noticia, un museo vivo y un ejemplo de espacio donde se dan cita muchas disciplinas, destinadas a hacer comunidad en el cruce de los tiempos: presente, pasado y futuro de México.

Ubicación:

Museo 150, San Pablo Tepetlapa, Coyoacán, 04620 Ciudad de México.

museoanahuacalli.org.mx

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Fotos y video producidas por el equipo de Te Quiero Coyoacán